viernes, 30 de abril de 2010

Advertencia al mismo Infierno.


Fuente de inspiración: obra maestra de Luca Signorelli. 
Capilla de San Brizio. Catedral de Orvieto. 
Realizada entre 1499 y 1504 representando un 
Juicio Final cargado de dramatismo y tensión en la zona de los condenados.

Diablos del Averno, si es que los hay. ¿Pensáis que cuando sea reclamado por vosotros vendré cabizbajo como un cordero para que os podáis regocijar de placer con mi cuerpo y torturarme hasta que os dé la gana? Os aseguro que no. Si mis actos terrenales pasados son aptos para el castigo que seguramente me merezco entonces entenderé que yo soy el mismo Demonio, o al menos de su misma calaña, y que tengo cabida, aquí, en el Infierno. Y si desciendo obligado para formar parte de vuestra diversión, no será para que impongáis vuestra ley, sino la mía, porque mi carácter, mi fuerte voluntad y mi mala sangre, que han sido los que hasta ahora me han hecho sobrevivir en esta jungla terrenal a la que le llaman Tierra, me empujan y me dan la suficiente fuerza para enfrentarme con el más temido de todos: el mismo Satanás. Imaginaros a vosotros qué os puedo hacer.
Hecha mi advertencia, nada más me queda que pediros seguridad. Si, seguridad. Aseguraos que me merezco bajar hasta tan lejano lugar maloliente, sulfúreo, putrefacto, angustioso, lleno de sufrimiento, porque si os equivocáis, os arrepentiréis, os lo aseguro. No dejaré que vuestras pecaminosas almas, si las tenéis, descansen en paz. No dejaré que me impongáis pena alguna e intentaré, por todos los medios, que paguéis vuestro error. Y si por una pura casualidad puedo hacer reclamación, la haré. Y si por pura casualidad puedo pedir resarcimiento, lo haré. Y si también, por pura casualidad, puedo pedir vuestro castigo por vuestra equivocación, lo haré sin duda alguna. Mis derechos, los desconozco, pero seguro que los tendré ya que en todo juicio existe abogado, fiscal, juez y como no, ley. Por eso, os pido que cuando muera, que cercano ya estoy, no falléis en vuestra elección y no ne hagáis bajar hasta aquí por simple y puro placer. No estoy para esas pérdidas de tiempo sino para otros grandes menesteres, que ha de imponerse uno al morir y que son cargas para la misma alma. 
He aquí mi advertencia que hago en mi lecho de muerte usando todo el sano juicio que aún tengo y que conservo exclusivamente para éste momento: el juicio final que cercano está.

No hay comentarios:

Publicar un comentario