Sus ojos azabaches penetraron en mí. Me había pillado mirándola. Me ruboricé, pero sin perder su mirada. Hizo ademanes para que me acercara. La ignoré. Quería descomponer su rostro, entretenerme en sus facciones y responder mis emergentes preguntas.
Ni una arruga, ni una señal de envejecimiento, ni un maltrato ejercido por el tiempo. Era envidiable su expresión juvenil. Se incrementaba con el capirón adornado con simétricas estrellas. ¿Qué estaba haciendo allí?
Atrapado por su encanto, me acerqué. Con su dedo índice me señaló el titular de las hojas:
“Legalicemos a María”.
Abajo, en pequeño, el nombre de la asociación. Me vinieron a la cabeza todos los “porros” que de joven me fumé. Aquellas conversaciones dentro de un viejo vehículo guiadas por el “colocón” de una estupenda hierba a la que llamábamos “Congo”.
Sin pensarlo, firmé. Por qué no, pensé.
Ella se me quedó mirando apoyando su barbilla en la palma de la mano, mostrándome todo el esplendor de aquellos brazaletes y anillos de plata latina y pulseras de cuero de diversas formas que le daban un aire "hyypie". Se extrañó y me admiró al mismo tiempo. Yo me di cuenta. Me retiré.
Un grupo de gente me miraba, atónitos, preguntándose cómo un policía podía estar de acuerdo en eso.
Posiblemente no había obrado bien bajo mi condición… O sí.
¿La maría legal? Hay demasiadas cosas que evaluar: maria terapéutica, narcotráfico, alteraciones de la psique, educación, apetito, relajamiento, insomnio...
ResponderEliminarPD: No tienes pq estar deacuerdo con algunas leyes, aunque seas policia. ^^
xeic!!, ensenyali a vilero
ResponderEliminarCarles