EL AMBIGUO SUBMUNDO DE LAS EMPRESAS:

En los 26 años que llevo en el mundo laboral, he trabajado de: panadero, manipulador de carnes, ayudante de maquinista en la industria del cartón, ayudante de fabricación de maquinaria industrial, controlador de camiones, administrativo, adjunto contable, y finalmente de funcionario. Todo, en diferentes empresas, claro.
Durante todo este largo tiempo y dispar recorrido, siempre me he encontrado con el mismo submundo dentro de ellas, protagonizado por diferentes personajes, pero con algo en común, los cuales, al cabo de tanto tiempo, me atrevo a catalogar bajo mi modesta opinión.
Me he encontrado con el “gran trabajador”:

dona57.blogspot.com/

Personaje que siempre da mucho de sí a cambio de su salario. Nunca se quema, aunque lo pisen, lo puteen, le deban parte de su salario… Toda la carga del trabajo va para él. La cosas importantes, también. Saben que no les defraudarán. Si lo hace mal, le meten un puro que paqué. Si necesitan una persona que sea capaz de sacrificar cualquier cosa (familia, fiestas…) para hacer un trabajo fuera de las horas laborales, él o el “lameculos” suelen ser los elegidos.
También me he encontrado con el “haragán”:

rocksonora.com

Es necesario en la empresa por algún motivo desconocido. A veces es familiar del propietario o íntimo amigo o se ha criado cerca de su amo o nadie sabe cómo ha caído por allí y no hay manera de echarlo a la calle; por tanto, no pasa nada, no se les puede hacer nada. Son intocables.
Como no, me he encontrado con el “chivato”:

undertense.blogspot.com

Este personaje es absolutamente necesario para la empresa, para que el amo o jefe siempre sepan lo que ocurre a sus espaldas. Nunca revela lo que él hace, a nadie le importa. Es más, tiene una protección absoluta. Es inmune. Algunos forman parte del grupo de los “haraganes”. Yo, los localizo enseguida porque tienen las mismas y peculiares características, a veces incluso morfológicas. Les lanzo un anzuelo y pican enseguida. Es fácil descubrirlos, sólo hay que arriesgar un poco.
Después, también me he encontrado al “perro faldero o el lameculos”:

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Este es aquel que siempre va pululando por delante o por detrás de la plana mayor. Ejerce todo lo que le piden. Se piensa que hace más de la cuenta para tirar la empresa hacia adelante. Y lo hace todo bien. Se sobre-valora. Sabe más que nadie, sabe más que los mismos veteranos. Comete los errores que un veterano ya no cometería, pero como pasa por encima de ellos. .. Puede rajar alguna cosa, pero con recato. Regala infinidad de horas a la empresa y piensa que todos tienen de hacer lo mismo. Intentan reventar los convenios laborales y lo que han conseguido los líderes del movimiento obrero en su lucha laboral de antaño. Cuando se sienten defraudados porque no han alcanzado su objetivo, entonces se vuelven sus propios antagonistas. Igual después vuelven a sus andanzas. Son inestables.

“Los cara giradas o judas”. Este es un grupo que se mantiene fiel a todo lo que vaya en contra de la empresa porque saben que por mucho que den, poco les dan.
Hasta que dejan de serlo.
Apoyaran al que reivindica, pero hay que tener cuidado, igual les dejan solos. O igual lanzan la piedra y después no tienen cojones para decir que han sido ellos los que la han lanzado o les faltan para decir por qué la han lanzado o empujan al líder reivindicativo para que les defiendan y después no quieren saber nada de él ni nada de lo que ha dicho. O le desmienten. ¡Ojo! Por intereses, se pueden convertirse en “lameculos”:

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Lamentablemente, me he encontrado con un elevado porcentaje de trabajadores que son “los quemaos”:

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Van a trabajar sus ocho horas, pasando de todo, sin querer saber nada más y sin querer pensar en cómo optimizar y hacer más rentable la empresa por que alguien, en un momento de su vida laboral, le recordó que estaba y cobraba para trabajar y no para pensar.
Por último, el ínfimo grupo y que hay que destacar es el del “colega óptimo de trabajo”.

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Se mantendrá siempre con sus ideas fijas, por tanto, lo tienen todo muy claro. Saben a quién tienen que escoger a quién hay que acercarse y también de quién hay que alejarse. Saben que los méritos para ir subiendo hay que ganárselos a pulso. Que no hace falta ser de los otros grupos para triunfar en el mundo laboral. Que hay que respetar sus derechos igual que cumplir con sus obligaciones. No tienen un pelo de tontos. Han tenido ideas innovadoras las cuales han sido ignoradas por completo por cargos directivos que ven que no han surgido de sus cabezas aquellas fantásticas ideas; por lo tanto, se decide mejor dejarlas perder o en otro momento apropiarse de ellas. Desearían más formación, más motivación, más relación personal y más I.D. para obtener un mundo laboral más exitoso. Son algunos de sus sueños.
A veces se sienten solos y divagan o dudan. Buscan acercarse a alguien. Difícil encuentro y difícil elección. Suelen acabar en otra empresa que los renumera mejor. Si la encuentran. Si se quedan, envejecen rápidamente. Sus sueños son fantásticos, de futuro, pero la empresa frustra sus pretensiones prefiriendo invertir en directivos coercitivos con sueldos astronómicos, que una vez logrados los resultados a costa de sumergir a la empresa en un marasmo caótico de relaciones humanas entre trabajadores, es cuando consiguen sus grandes objetivos particulares: cobrar altos porcentajes por su despido, abultar sus curriculums y marcharse a otra empresa para seguir con sus actividades. Estos son “los trepas”.

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Lo peor de todo es que en estos momentos de crisis laboral, hay que tener en cuenta lo siguiente: “(…) España es el país de la Unión Europea en el que más ha empeorado la productividad en los últimos quince años (informe de Conference Board Europe)(…)

¿Productividad? ¿Quién coño puede producir con todo este submundo?

Van Ark afirmó que en el mercado laboral español existe un déficit en el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el mercado de laboral, y precisó que, a pesar de que estas tecnologías pueden conllevar una mejora de la productividad por sí mismas, deben ir acompañadas de una mejora de la organización y un cambio de las prácticas laborales para ser realmente efectivas (…) MADRID, 8 (EUROPA PRESS).”

Una vez todos los grupos definidos, y seguro que obvio alguno, si me preguntan en qué grupo estoy dentro de este submundo, les diré que posiblemente yo, contagiado del contacto, me veo dentro de todos. Pero como me he tomado la libertad de catalogar al colectivo, pues que sean ellos quiénes me cataloguen a mí. Ya verán el resultado. Será rápido.
Y ahora, yo pregunto. ¿Y ustedes? ¿En que grupo se encuentran? Porque seguro que ya habrán hecho valoraciones. Yo, lo único que he pretendido o presumido de poder hacer es agrupar los diferentes tipos de trabajadores que me he encontrado en mi trayectoria laboran utilizando tópicos españoles y no valorar a nadie en concreto. Pero seguro que ustedes habrán puesto caras a esos tópicos, por tanto, creo que no estamos tan lejos de coincidir en que hay un mal endémico en las empresas y que hay otros caminos a tomar para hacerla más competitiva y productiva.

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Un cambio de las prácticas laborales no significa más horas por menos dinero.
Un cambio de las prácticas significa no lamer culos para obtener algo a cambio.
Un cambio de las prácticas significa no utilizar sistemas de espionaje.
Un cambio de las prácticas significa premiar por rendimiento.
Un cambio de las prácticas con una mejora de productividad es escuchar al que más sabe de su trabajo.
¡Una mejora de productividad significa sentirse seguro en el trabajo!
¡Una mejora de productividad significa confianza con tu contrato!
¡Una mejora de productividad significa poder compaginar trabajo con familia!...

¡Añada usted alguna más! ¡No tendré que pensarlo todo yo!

De Pere Perellón y Pilar Giménez.