¿Estamos tan avanzados hoy en día? Esta es la pregunta que me hago después de leer este misterio. Buscando cosas mías por Internet he encontrado esta noticia que creo os puedes ser de interés.
En 1900 un barco griego de pescadores de esponjas fue desviado de su ruta por una tormenta, llegando a la isla de Antiquitera, en cuya costa la tripulación descubrió los restos de una nave romana hundida en el siglo I a.C. Junto a valiosos objetos de cerámica, la bodega del pecio contenía unas extrañas piezas de bronce corroídas por el paso del tiempo, a las que al principio no se prestó demasiada atención. Dos años después, cuando Valerio Stais, director del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, examinaba aquellos pedazos de metal descubrió que eran engranajes pertenecientes a un mecanismo muy complejo; de una complejidad que iba mucho más allá de la capacidad tecnológica tradicionalmente atribuida a los habitantes de la Antigua Grecia.
La función de la máquina resultaba, en principio, un misterio. Las primeras teorías sugirieron que se trataba de un astrolabio utilizado para la navegación, aunque los más escépticos lo negaban: el objeto pertenecía a una época más reciente y sólo por casualidad había aparecido junto a restos de la Antigüedad Clásica.
Durante los años 50, el respetado físico e historiador de la ciencia Derek J. de Solla Price se volcó en intentar desentrañar los secretos de la máquina. De Solla realizó un minucioso análisis de los 82 fragmentos recuperados, y llegó a reconstruir de forma aproximada lo que había sido la máquina original. Según su teoría, el mecanismo funcionaba como un reloj astronómico capaz de calcular, entre otras cosas, la posición de la luna y los planetas para una fecha determinada, lo cual resulta un hallazgo bastante extraordinario, ya que los primeros relojes astronómicos de ese tipo conocidos hasta entonces databan del siglo XI d.C.
Recientemente, los miembros del Proyecto de Investigación del Mecanismo de Antiquitera (AMRP), formado por empresas como Hewlett-Packard y X-Tek Systems, las universidades de Cardiff, Atenas y Tesalónica, y el Museo Arqueológico Nacional de Atenas, han continuado los estudios de De Solla Price, utilizando la tecnología más moderna.
Durante los años 50, el respetado físico e historiador de la ciencia Derek J. de Solla Price se volcó en intentar desentrañar los secretos de la máquina. De Solla realizó un minucioso análisis de los 82 fragmentos recuperados, y llegó a reconstruir de forma aproximada lo que había sido la máquina original. Según su teoría, el mecanismo funcionaba como un reloj astronómico capaz de calcular, entre otras cosas, la posición de la luna y los planetas para una fecha determinada, lo cual resulta un hallazgo bastante extraordinario, ya que los primeros relojes astronómicos de ese tipo conocidos hasta entonces databan del siglo XI d.C.
Recientemente, los miembros del Proyecto de Investigación del Mecanismo de Antiquitera (AMRP), formado por empresas como Hewlett-Packard y X-Tek Systems, las universidades de Cardiff, Atenas y Tesalónica, y el Museo Arqueológico Nacional de Atenas, han continuado los estudios de De Solla Price, utilizando la tecnología más moderna.
Sin embargo, para los miembros de la AMRP la respuesta a la máquina de Antiquiteria es menos misteriosa, aunque no por ello menos interesante: simplemente los griegos tenían una tecnología más avanzada de lo que se pensaba. Nada más y nada menos. Después de todo, según nos explican los científicos, la máquina es coherente con las teorías astronómicas de su época, como las formuladas por el genial Hiparco de Nicea (190-120 a.C.), quien pasó parte de su vida en Rodas, ciudad de la que probablemente procedía el barco romano que transportaba la máquina.
Astronomía exacta.
“Los calendarios eran importantes en las sociedades antiguas para establecer las actividades agrícolas y las fechas de los festivales religiosos. Los eclipses y los movimientos de los planetas tenían a menudo interpretaciones proféticas, mientras que la tranquila regularidad de los ciclos astronómicos debe de haber sido filosóficamente atractiva en un mundo violento e incierto”, explican los autores, entre los que hay astrofísicos, matemáticos, filólogos y arqueólogos. El aparato es tan complicado que no hay otro equiparable hasta que aparecen los primeros relojes mecánicos, ya bien entrada la Edad Media. “Plantea la cuestión de qué más hicieron los griegos de la época. Por su importancia histórica y su rareza, lo considero más valioso que la Mona Lisa“, sentencia Edmunds, cuyo equipo planea ahora hacer un modelo informático de la máquina y, con el tiempo, uno real.
Astronomía exacta.
“Los calendarios eran importantes en las sociedades antiguas para establecer las actividades agrícolas y las fechas de los festivales religiosos. Los eclipses y los movimientos de los planetas tenían a menudo interpretaciones proféticas, mientras que la tranquila regularidad de los ciclos astronómicos debe de haber sido filosóficamente atractiva en un mundo violento e incierto”, explican los autores, entre los que hay astrofísicos, matemáticos, filólogos y arqueólogos. El aparato es tan complicado que no hay otro equiparable hasta que aparecen los primeros relojes mecánicos, ya bien entrada la Edad Media. “Plantea la cuestión de qué más hicieron los griegos de la época. Por su importancia histórica y su rareza, lo considero más valioso que la Mona Lisa“, sentencia Edmunds, cuyo equipo planea ahora hacer un modelo informático de la máquina y, con el tiempo, uno real.
Tecnología del siglo XXI.
El aparato es un mecanismo de bronce y madera del tamaño de una caja de zapatos: 31,5 centímetros de longitud, 19 de anchura y 10 de grosor. Originalmente, el sistema de ruedas dentadas estaba protegido por una caja de madera, hoy casi totalmente perdida. Esa caja tenía una puerta frontal y otra trasera, “con inscripciones astronómicas que cubrían la mayor parte del exterior del mecanismo”, explican Michael Edmunds, astrofísico de la Universidad de Cardiff, y sus colaboradores en Nature.
La tecnología del siglo XXI ha permitido ver mejor el estilo de letra de las inscripciones, común entre 150 y 100 aC. Además, ahora es legible el doble de texto que en la época de De Solla Price y eso, junto con el número de dientes de las ruedas, ha ayudado a determinar para qué servía la máquina.
El aparato es un mecanismo de bronce y madera del tamaño de una caja de zapatos: 31,5 centímetros de longitud, 19 de anchura y 10 de grosor. Originalmente, el sistema de ruedas dentadas estaba protegido por una caja de madera, hoy casi totalmente perdida. Esa caja tenía una puerta frontal y otra trasera, “con inscripciones astronómicas que cubrían la mayor parte del exterior del mecanismo”, explican Michael Edmunds, astrofísico de la Universidad de Cardiff, y sus colaboradores en Nature.
La tecnología del siglo XXI ha permitido ver mejor el estilo de letra de las inscripciones, común entre 150 y 100 aC. Además, ahora es legible el doble de texto que en la época de De Solla Price y eso, junto con el número de dientes de las ruedas, ha ayudado a determinar para qué servía la máquina.
El dial frontal se utilizaba para conocer “la posición del Sol y la Luna en el Zodíaco, y un calendario correspondiente de 365 días que podía ajustarse para los años bisiestos”. Los dos diales traseros indicaban el tiempo según dos ciclos astronómicos: el de Calipo -de 76 años y 940 lunaciones- y el de Saros -de 18 años y 223 lunaciones-, usado para predecir eclipses solares y lunares. Además, los autores creen, por las inscripciones, que pudo haber engranajes -hoy perdidos- para vaticinar el movimiento de los planetas.
Quién sabe los misterios que habrá perdidos por el fondo marino.
Hola , felicitaciones por tu libro y port tu blog, voy a apuntarmelo en favoritos !!
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