domingo, 26 de enero de 2020

El perdón. Un extracto de la novela inédita "Nima, la Bruja" de Pere Perellón.

...
- Y… ya no puedo contarte más que no conozcas porque desde entonces vivo en la clandestinidad… en la huida, en continua persecución. 
Bien, aprovechando el momento, ahora me toca a mí hacerte resquebrajar tu cabeza dejando caer otra interrogación que te pondrá a prueba. Es la siguiente: ¿Después de todo lo oído, ¿cuál crees tú que tendría que ser mi reacción? Piénsala bien ya que no quiero que seas rápida en tu respuesta, y no te dejes llevar por una reacción fisiológica que te conduzca a no dar la buena; es más, defínelo con una sola palabra y su por qué.


Sin-Sin se acercó una de las sillas. Se sentó, dejando aparecer media sonrisa en sus labios, ahora humedecidos por el refrescante líquido y por el suave masaje que con su lengua se había dado sobre ellos, preparándolos así para una pronta intervención.
Nima, cerró medio ojo, con la vista perdida hacia su ahora contrincante de cuestiones, pues parecía haberse entablado un diálogo con un fin, sacar lo mejor de sí. Meditó, sin rápidas conclusiones, pues sabía que era buen momento para demostrar su inagotable inteligencia. Me explicó que primero pensó en respuesta simple y que todo Normal ejercería con suma rapidez: “¡Vîndîcäre!”. La venganza, como única y acertada. Pero después, se figuró que no sería tan fácil una respuesta que fuese llevada por los instintos más básicos de todo ser. Recapacitó, y sin tenerlo nada claro, dejó caer una titubeante e insegura afirmación:

- Aseguraría el perdón… ¿por su naturaleza? –la soltó con fuerte voz, queriendo mostrar no temer al fracaso o a una fuerte burla por parte de su maestro. 

Sin-Sin demudó y enrojeció, mostrando visiblemente el acierto a lo que podía ser la respuesta única a su acertijo, opuesta a toda fácil conclusión de ser que se deja llevar por impulsos. Tuvo un resuello que duró unos instantes suficientes para que Nima se diera cuenta de su posible éxito. Se encogió de hombros y abstraído declamó:
“Distantes nos encontramos del sosiego, pero más aún del perdón.
Vivimos rápidamente el presente para luego detenernos en acciones pasadas.
Nos damos cuenta de los errores ¡Ya es demasiado tarde, su herida han dejado! ¿Cómo pedir perdón?
Si vives velozmente todo te pasará desapercibido. No te darás cuenta de nada.
Si vives lentamente, aburrirás, te detendrás en la misma tarea sumergiéndote en
ella.
Entonces, ¿por qué no vives regularmente? 
He aquí método para encontrar el sosiego.
Ahora ¿cómo encontrar el perdón para el tiempo pasado…?”

Finalizó con un breve silencio que, apoderándose del momento, sumergió a los dos en un ensimismamiento, para después, con calma y mostrando síntomas de hilaridad, reemprender, él, su diálogo.

-          ¿El perdón? ¡Ja, ja, ja! – soltó una carcajada de forma burlesca como si de una graciosa chanza se tratara -¿Me estás preguntando por la naturaleza del perdón, o lo afirmas? ¿Desde la acción del inicio o… de su resultado? ¿De la acción de liberar a uno de una deuda o castigo? ¿De ser indulgente? Aunque denota diferencia, ya que no expresa lo mismo: la acción del perdón.
Te responderé desde mi más simple condición, la de ser humano y, por tanto, imperfecto, sin grandes elocuencias, pues la dificultad no radica en la expresión de su significado, sino en el propio hecho de realizar la acción.
El perdón, práctica de pocos y alarde de muchos, es sin duda, Nima, el acto más puro que, dando por perdida la pena merecida, la obligación pendiente o deuda contraída, se ejerce sin esperar nada a cambio. Su grandeza aumenta en tanto aumentan los bienes perdidos  o la ofensa recibida. Por eso encontraremos personajes que, habiéndolo recibido, confunden el agradecimiento con el poder volver a contraer deuda o ejercer ofensa. De ahí que, el que lo ejerce, siempre es personaje sin valor a la propiedad, que no espera ni gratitud ni nada a cambio, sin temor a recibir varapalos, y que no tiene pretensiones de divinidad.
Por ello, te felicito, pues no esperaba tan buena respuesta, aunque hayas vacilado en su justificación. Quiero que esta palabra, precisamente, la recuerdes para un futuro venidero. Tu ayuda será necesaria, al igual que tus conocimientos. Hazlo sin titubeos ni dudas, pues yo te lo exijo. Si no ¿de qué sirve todo esto? Acuérdate bien de lo que te estoy pidiendo. Se que llegará un encuentro, y en tus manos estará poner en práctica todo lo aquí mencionado.
¡Prométemelo!, ¡mi orgullo será saber que has aprendido bien la lección!
Ahora bien, te formularé otra pregunta sin querer respuesta, ya que ésta está determinada por lazos afectivos, por tanto condicionada y con fácil respuesta, y es la siguiente: ¿Crees que hubiera realizado la acción del perdón con los asesinos de mi madre? Como ves, toda acción está ocasionada e influenciada por los motivos que el individuo que la ha de realizar, bien por reacción o bien por iniciación, posee en su interior y que nadie más que él sabe su por qué. Y es aquí cuando ha de quedar bien claro cómo debes conocer a tu enemigo antes de enfrentarte a él. Su análisis debe comenzar desde su pasado, conociendo cómo fue su vida anteriormente y qué episodios de su vida fueron los que marcaron su carácter, su espíritu y sus motivaciones, para así poder llegar a sus más recónditas intenciones.   

Suspiró...

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