Podría ser el título de una película, pero no lo es.
Fíjense en la imagen. El pobre, está destrozado.
Cuando dejó de ser útil, cuando no pudo realizar su función de calentar o refrescar al ser humano, fue abandonado. Así, sin más.
Estudioso de las ciencias del comportamiento dirían que el perfil del autor es un hombre de más cuarenta años. Cursó estudios, pero no aprobó la EGB. Negacionista del cambio climático. No le importa la sociedad, vive aislado de ella. Es una persona que no se esfuerza y que le es difícil conseguir objetivos. Vive solo del presente, día a día, no tiene futuro. Posiblemente viva solo sin familia. En su juventud, tuvo una novia pero se lo dejó por falta de cuidados personales. Sus ingresos están por debajo de la media. Etc. Etc.
Y le diré que no tengo ni idea de quien fue y menos de su perfil y que seguramente estaré equivocado y ha sido una persona joven, con muchos recursos y grandes conocimientos, incluso con carrera y para añadir algo más, deportista.
En fin.
La sociedad actual está condenada a la desaparición por inacción, codicia, falta de sentimientos y falta de estima al prójimo.
Y añada usted todo lo que más quiera.
El abandono es la solución más fácil y anónima. Tener que ir a la gestora de residuos, dar tus datos, y que no quieran aceptar esos residuos porque no vives en esa población puede ser un buen pretexto para una solución más simple como es el abandono.
Otro pretexto es el ahorro de energía, la ley humana del “Mínimo Esfuerzo”: no me desplazo hasta el lugar que los tengo que depositar y lo lanzó aquí mismo, cerca de la carretera, por donde paso y ahora que no me ven.
En lo que sí que estaremos de acuerdo es que esto forma parte del patrimonio que dejaremos a la futura humanidad, si es que la hay a este paso.